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Escuchando el mar a través de un váter viendo el horizonte
30 mayo, 2022
El elogio del horizonte de Chillida
Como buena gijonesa podría reconstruir mi vida con fotos en el elogio del horizonte, y hacer una recopilación de todas las personas que alguna vez han venido a visitarme. La mayoría de esas fotos hacen gala del buen tiempo del norte, con un buen fondo nublado. Esta escultura se ha convertido en un símbolo de la ciudad, un gran váter que preside un punto estratégico de la ciudad, el cerro de Santa Catalina. Este es el lugar que eligieron los antiguos romanos para fundar la ciudad de Gigia. También es el lugar que eligió el escultor vasco Eduardo Chillida para construir lo que cariñosamente llamamos el váter de King Kong. Viendo una simple imagen de la escultura no hace falta explicarle a nadie el motivo del nombre. La verdad es que no me imagino la ciudad sin él, básicamente porque lo construyeron el mismo año en el que nací, en 1990.
Chillida buscaba un lugar estratégico en un acantilado de la costa atlántica europea, pero todos los lugares estaban militarizados. Hasta que coincidió con el arquitecto Paco Pol, que estaba remodelando el cerro gijonés. La armadura y la parte técnica fueron diseñados por el ingeniero de caminos José Antonio Fernández Ordóñez.
Si te paras a mirarlo de cerca, no es bonito; es una mole de 10 metros de alto y 500 toneladas de hormigón encofrado, no es un material típico para una obra de arte. El hormigón es un material basto, es piedra destrozada y recompuesta por el ser humano, es algo que pertenece al ámbito de la construcción, de lo útil. Es un material a medio camino entre la naturaleza y lo artificial, un horizonte. Su tamaño también está en el límite de la escala humana y lo inabarcable. Siempre he pensado que era un material feo para una escultura, pero resulta que tiene un sentido. Este tipo de hormigón está hecho con una elevada proporción de agua, de tal manera que se oxida con el tiempo por su porosidad y el salitre del mar. Este material sería impensable en construcción precisamente por su inestabilidad y baja durabilidad. Pero precisamente eso es lo que buscaba Chillida, una escultura que va envejeciendo como la tierra, como la vida humana, algo que no es eterno.
Lo que siempre me ha atraído de esta escultura es su forma, y no porque parezca un váter. Para el arquitecto es el marco de una ventana desde el que contemplar el horizonte, el límite entre el mundo de dentro y lo que hay fuera, un refugio. Si miras hacia arriba hay un marco en forma de elipse que marca el horizonte entre el cielo y la tierra. Pero lo que de verdad me atrapa es algo fortuito en lo que el arquitecto no pensó. Por la forma que tiene y el lugar estratégico en el que está, el sonido de las olas y la brisa del mar se ven reflejadas en sus paredes hacia su centro. Como una antena parabólica que concentra toda la radiación en un punto, las paredes de este gran váter reflejan y amplifican el sonido del mar hacia su centro. Es una sensación increíble poder escuchar el ruido de las olas del mar y el viento mientras miras al horizonte, donde parece estar siempre escondido el sol gijonés.
Referencias:
Breve comentario fenomenológico del Elogio del Horizonte, de Eduardo Chillida - Arturo Segura (2009)