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Entrevista póstuma a Rosalind Franklin
27 febrero, 2021
- Hola Rosalind, muchas gracias por aparecerse desde el más allá para esta entrevista.
- Gracias a ti por invocarme para rememorar mis investigaciones, la verdad es que en mi época era mucho más difícil que a una la tomaran en serio.
- Bueno, las cosas han cambiado desde que nació en 1920, pero sigue siendo difícil muchas veces. Quería empezar preguntándole sobre su familia, ¿la apoyaron cuando quiso empezar sus estudios en física y química?
- Mi familia era una influyente familia judía, mi padre era banquero, estudié en varios colegios prestigiosos e incluso pude hacer una estancia en Francia. Sin embargo, cuando logré entrar en el Colegio Newnham, en Cambridge, para estudiar química a mi padre no le hizo mucha gracia. Al ver mi entusiasmo y mis buenos resultados mi padre terminó aceptando mi decisión.
- Se graduó en 1941, ¿cómo fueron sus primeros años después de la universidad?
- Conseguí una beca para empezar mi doctorado, pero poco después empezó la segunda guerra mundial. Pasé a investigar en la Asociación para la Utilización del Carbón y así poner mi granito de arena para que esa horrible guerra terminara lo antes posible. Esas investigaciones me permitieron defender mi tesis doctoral al terminar la guerra en 1946.
- ¿Qué la animó a ir a Francia?
- Fue una científica francesa refugiada en Londres durante la guerra, Adrienne Weill, antigua alumna de Marie Curie. Ella me animó a ir al Laboratorio Central de Servicios Químicos del Estado, en París. Me encontré con un grupo de investigación muy activo y dinámico y, sobre todo, abierto a las mujeres. Allí me convertí en una experta en la técnica de difracción de Rayos X.
- ¿Cómo fue después volver a Inglaterra?
- Volví en 1951 a trabajar en el King’s College de Londres. La verdad es que en París el ambiente era muy distinto y eso me gustaba, pero supongo que echaba de menos mi país y a mi familia. En Inglaterra el ambiente universitario era muy machista y anticuado, a las mujeres no se nos permitía ni entrar en la sala de profesores. Para mis compañeros esto era tan sólo una frivolidad.
- ¿Cómo empezó a investigar sobre el ADN?
- Fue John Randall, el director del departamento, el que me encargó el estudio. Era un tema apasionante, el ADN es una molécula que almacena y transmite la información hereditaria en todos los organismos vivos, desde las bacterias a los seres humanos. Averiguar la arquitectura del ADN resultaba primordial para la biología del momento. La verdad es que yo era de las personas mejor preparadas para ese trabajo. Mejoré el aparato para obtener imágenes y obtuve una nitidez sin precedentes junto con mi estudiante de doctorado Raymond Gosling. En concreto hubo una imagen, la número 51, que se hizo famosa. Y fue decisiva para que Watson y Crick propusieran su modelo sobre la estructura del ADN.
- ¿Cree que Watson y Crick le robaron su investigación?
- Fue Wilkins quien les enseñó mis resultados, quizás debí haberlos catalogado como confidenciales. Como científica experimental creo que no tenían la evidencia suficiente para probar su modelo. Yo había llegado a conclusiones muy similares a ellos, que la estructura del ADN era una doble cadena formada por dos hélices. Antes de que hicieran la famosa publicación en Nature yo hice una publicación sobre mis resultados en la revista Acta Crystallographica en Copenhague. En cualquier caso, fue mi charla y mis datos lo que les llevó a proponer su modelo, y sólo se dignaron a mencionarme de pasada sin resaltar el valor de mis datos y mis fotografías: “…hemos sido estimulados por el conocimiento de la naturaleza general de resultados experimentales no publicados y las ideas de Wilkins, Franklin y sus colaboradores…”. Al final, a prisa y corriendo, publiqué mis datos en el mismo número de la revista Nature que ellos unas páginas más adelante apoyando su modelo.
- ¿Cómo era su relación con Watson y Crick y Wilkins?
- Con Watson y Crick no tenía una relación cercana, pero Wilkins era mi compañero de laboratorio y la relación era horrible. Estaba agotada de las discusiones y del ambiente del laboratorio. Ellos me consideraban liberal y poco femenina, no entraba en su estereotipo de cómo debía ser una mujer, desde luego les molestaba que pudiera debatir sus ideas como un igual. Yo no me sentía nada a gusto en el King’s College de Londres, de hecho, en esa época me trasladé al Birbeck College, también en Londres, dirigido por John Bernal. John era un brillante cristalógrafo y trabajaba con mujeres de igual a igual. La verdad es que el cambió fue como mudarse de un palacio a los barrios bajos, pero más agradable al mismo tiempo.
- ¿Siguió investigando sobre el ADN?
- Sí, meses después del dichoso artículo de Watson y Crick publiqué con Gosling la primera evidencia de dobles hélices del ADN. También seguí investigando sobre otro de los ácidos nucleicos más importantes, el RNA, una molécula igual de crucial para la vida que el ADN. Además, hice importantes trabajos sobre virus, en concreto el virus de la polio y el del mosaico del tabaco. Mi compañero Aaron Klug siguió con estas investigaciones tras mi muerte y ganó el Premio Nobel de Química en 1982. Cómo me gustaría haber vivido para recibir ese premio, este nadie me lo podría haber arrebatado.
- ¿Cree que sus investigaciones propiciaron su muerte prematura?
- Morí a los 37 años de cáncer de ovarios, puede que tuviera predisposición genética, pero supongo que la continua exposición a radiaciones ionizantes no ayudó mucho. En aquella época no tomábamos tantas precauciones como se toman ahora, no teníamos tan claro el riesgo al que nos exponíamos, y la emoción de descubrir cosas nuevas era más fuerte.
- ¿Cree que si en 1962 usted hubiera estado viva le hubieran dado el premio Nobel junto con Watson y Crick?
- Pues teniendo en cuenta que ninguno de ellos me mencionó en su discurso, lo dudo mucho. Ha habido otras grandes mujeres a lo largo de la historia que deberían haber ganado el premio Nobel y no lo han hecho. Sin embargo, me agradó saber que tuve muchos reconocimientos póstumos. Aunque si te soy sincera, hubiera sido mucho mejor disfrutar de ese reconocimiento en vida.
- ¿Qué cambió para que su trabajo se empezara a reconocer?
- Por un lado, cambiaron los tiempos y se empezó a dar más relevancia al papel de la mujer en la ciencia. Por otro, Watson publicó un libro, “La doble hélice”, relatando su descubrimiento y hablando muy mal de mí. Escribió perlas como “el mejor lugar para una feminista era el laboratorio de otra persona”. Me retrató de una manera cruel que nada tiene que ver con mi extraordinario trabajo científico. Paradójicamente, esto le dio popularidad a mi trabajo. Años más tarde, a Watson y Crick no les quedó más remedio que reconocer mi gran calidad como científica.
- Muchas gracias por esta gran aparición y por compartir su experiencia.
- Gracias a ti querida por dar a conocer mi papel en toda esta historia.
Más información en:
- Mujeres con ciencia: Recordando a Rosalind Franklin
- Mujeres con ciencia: El caso de Rosalind Franklin
(Fuente imagen: Wikimedia Commons)