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Responsabilidad ética de los científicos
26 enero, 2021
(Fuente imagen: Hipertextual)
Un cuchillo se puede utilizar para cortar y comer carne, pero también para matar a alguien. ¿Tiene una responsabilidad ética la persona que crea el cuchillo? En el caso de la ciencia podemos pensar algo similar, puede utilizarse para ayudar a la humanidad o para destruirla. Esto quedó muy claro durante la segunda guerra mundial con la energía nuclear, que puede utilizarse tanto para fines médicos y generar energía como para crear el arma más destructiva que se haya visto jamás. Creo que la ciencia es necesaria y nos ayuda a vivir mejor y resolver problemas. Pero no hay que olvidar que estos mismos avances que unos utilizan para hacer el bien, otros los utilizan para hacer el mal. En este sentido los científicos tienen una responsabilidad ética, y tienen que abogar por la buena utilización de los avances científicos.
En la revolución francesa hubo una clara y fructífera colaboración entre ciencia y guerra. A partir de entonces en diferentes sociedades europeas los científicos se pusieron al servicio de sus gobiernos y así fueron capaces de dominar gran parte del planeta. A lo largo del siglo XIX fue creciendo la influencia social de los científicos. A finales del siglo XIX y principios del siglo XX los científicos tenían la sensación de pertenecer a una élite que traspasaba fronteras, a una comunidad científica internacional con la que intercambiar ideas. Tanto los premios Nobel como los congresos Solvay fomentaron este espíritu de colaboración entre los científicos. Sin embargo, esto cambió para muchos al llegar la primera guerra mundial, en la que de nuevo los científicos colaboraron en la defensa de sus estados y se produjo una fractura intelectual. Los alemanes, por un lado, se manifestaron a favor de su imperio. Los ingleses y franceses, por otro lado, se manifestaron a favor de sus estados. Aunque las invenciones durante la primera guerra mundial como el sonar o los gases tóxicos no rompieron el equilibrio en favor de ningún bando, quedó claro que los científicos y sus inventos eran imprescindibles para la guerra. Y no sólo esto, sino que había que prepararse para futuros conflictos porque el desarrollo de las ciencias haría que fueran guerras globales. Durante esta época las ciencias se convirtieron en capital político y social, además de industrial y financiero.
Destaca aquí la figura de Einstein de carácter pacifista, que siguió pensando en esa idea de comunidad internacional más allá de las patrias. El astrónomo inglés Eddington también fue un conocido pacifista, y fue él precisamente quien lleva a cabo una de las pruebas más famosas de la relatividad general al medir la curvatura de la luz en el eclipse de 1919. Tanto Einstein como Eddington supieron ver en la ciencia una manera de unirse, un conocimiento que trasciende fronteras y que pertenece a toda la humanidad. En mi opinión, así debería de ser siempre, la ciencia debería estar al servicio del conocimiento y de la mejora de la calidad de vida de todas las personas, y no sólo de unas pocas.
Sin embargo, también es lógico que haya científicos que quieran ayudar a defender a su país. En este sentido creo que no es lo mismo utilizar la ciencia para defenderse que para atacar, aunque en una guerra prolongada no sé si puede haber dicha distinción. Pienso que moralmente está bien poner la ciencia a disposición de un estado que quiere defenderse de un ataque, como lo hizo Arquímedes en su legendaria batalla. Sin embargo, lo que ocurrió en la primera guerra mundial con los gases tóxicos no creo que esté justificado. Es una manera de matar muy cruel, y que en muchos casos incluso se volvía en contra del propio ejército que lo había lanzado. Muchos soldados sufrieron las consecuencias y murieron debido a estas armas químicas mucho después de la batalla. Debido a todo esto se creó el protocolo de Ginebra, que prohíbe el uso de armas químicas y biológicas.
Después de la primera guerra mundial las comunicaciones se fueron restableciendo, como puede verse en la famosa fotografía del congreso Solvay de 1927 en la que hay científicos de los diferentes bandos. Sin embargo, las cosas volvieron a torcerse, y cuando llegó la guerra de nuevo los científicos volvieron a poner por delante su patria. En la segunda guerra mundial claramente la ciencia sí influyó, tanto que fue capaz de ponerle un trágico punto y final. Antes del inicio de la segunda guerra mundial hubo grandes descubrimientos sobre radiactividad y la estructura del átomo. En Alemania, Lise Meitner y Otto Hahn descubrieron la fisión nuclear, la base de lo que después sería la bomba nuclear. Sin embargo, Lise Meitner tuvo que irse de Alemania antes de dicho descubrimiento y fueron los estadounidenses los que consiguieron desarrollar la bomba antes que los alemanes.
Muchos científicos en Estados Unidos trabajaron en el Proyecto Manhattan, lo hicieron por luchar contra los nazis y por la propia emoción de trabajar en algo desconocido. Sin embargo, cuando vieron las consecuencias y el poder destructivo de la bomba muchos se arrepintieron. En concreto Szilard, que había sido partidario de la puesta en marcha del proyecto, consideró que una vez que Alemania se había rendido la bomba era más una amenaza contra la humanidad. A pesar de las reticencias de varias personas en el proyecto, el cambio de presidente en Estados Unidos favoreció que se emplearan las bombas. Unos días más tarde Japón se rindió.
Después de Hiroshima y Nagasaki, muchos científicos se sintieron horrorizados. Openheimer fue incluso acusado de antipatriota por negarse a seguir trabajando en la física de la nueva generación de armas de los años 50. En esta época creció un movimiento anti-armas nucleares en las que se alinearon científicos y filósofos.
Creo que es muy difícil hablar de ética en una situación de guerra. Pero sí creo que hay unos límites éticos que no se deberían sobrepasar. El caso de la bomba nuclear creo que claramente sobrepasa este límite, ya que no sólo es utilizada contra población civil, sino que el lugar se destruye por completo sin posibilidad de volver en mucho tiempo. Por esto pienso que los científicos sí tienen una responsabilidad moral de pensar en el fin último de lo que están haciendo. Un científico que investiga sobre fisión nuclear, sin ser necesariamente con fines bélicos, no tiene esa responsabilidad; ya que se puede utilizar para fines en beneficio de la humanidad. Sin embargo, el trabajo de los científicos en el proyecto Manhattan tenía un propósito concreto. Creo que es muy difícil poner un límite a la ética del compromiso político. Por un lado, es lógico que los científicos quisieran ayudar a que su país ganara la guerra. Por otro, creo que las bombas nucleares sobrepasan el límite ético igual que las armas químicas y biológicas. Quizás el límite esté en ayudar a que tu país gane la guerra sin poner en riesgo población civil ni crear armas que causen un sufrimiento prolongado en el enemigo. Aunque yo personalmente, soy pacifista convencida y no entiendo del todo las guerras ni la necesidad de defender a un estado que se empeña en ir a la guerra y poner en riesgo la vida de miles de personas.