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Los riesgos de la inteligencia artificial
7 febrero, 2022
(Fuente imagen: El mundo)
En muchas películas podemos ver que la inteligencia artificial se vuelve contra los seres humanos e intenta dominar el mundo. Sin embargo, los algoritmos actuales están muy lejos de hacer tal cosa. Un algoritmo programado para jugar al ajedrez no puede jugar al póquer. Lo que sí es cierto es que la inteligencia artificial está completamente instalada en nuestras vidas y eso conlleva riesgos que hay que tener en cuenta e intentar combatir.
Hoy en día hemos normalizado tanto el uso de algoritmos que en muchos casos ya no lo llamamos inteligencia artificial. Los ámbitos en los que se utiliza son múltiples: en medicina para diagnósticos médicos y tareas organizativas en hospitales, en marketing digital para ofrecer publicidad adaptada al consumidor, en las recomendaciones de plataformas de streaming, en banca para el comercio de acciones o administrar propiedades, en compañías de seguros para detectar pagos, en el control robótico, en investigación científica y hasta en juguetes. La inteligencia artificial es tan común que se ha superado el test de Turing y cuando nos atienden en atención al cliente online podemos estar hablando con un ordenador sin ser conscientes de ello.
Los algoritmos que más se utilizan hoy en día aprenden de datos. Es importante cuestionarnos quién desarrolla estos algoritmos, dónde lo hacen, qué tipos de problema quieren resolver, de dónde salen los datos que utilizan y los sesgos que tienen esos datos. Uno de los principales problemas es que actualmente la inteligencia artificial es creada por hombres blancos heterosexuales en Silicon Valley y se utilizan datos que discriminan a las personas que no entran en esta categoría. Tenemos ejemplos tontos como la famosa aplicación faceapp que funcionaba mucho mejor en hombres, y ejemplos mucho más serios como el calculo de criminales reincidentes que discrimina a la población negra. Muchas veces es complicado advertir estos sesgos porque aunque los datos no tengan el color de piel o grupo social de una persona, se puede inferir estadísticamente a partir de otros datos como el domicilio, estudios o nombre y apellido. Es necesario que seamos conscientes de estos sesgos para poder evitarlos y prevenirlos, y que el control de la inteligencia artificial no esté en manos de un grupo reducido de personas con unos intereses particulares.
La inteligencia artificial, como cualquier otra herramienta, puede utilizarse para buenos o malos fines. Todos estamos de acuerdo en utilizar algoritmos para mejorar el diagnóstico médico, pero también se utiliza para fines armamentísticos con la creación de armas autónomas y para la manipulación en las redes sociales mediante bots y fake news. El procesamiento de rostros ha llegado a tales niveles que ya es difícil distinguir entre lo que es real y no lo es. El desarrollo del reconocimiento facial también puede llegar a suponer un problema, ya que puede ser utilizado para la vigilancia masiva y el control por parte de poderes totalitarios.
Otra de las preocupaciones es la influencia de la inteligencia artificial en el mercado laboral, pero esto no es algo nuevo. A lo largo de la historia cada vez que se han automatizado ciertas labores gracias a avances tecnológicos han desaparecido unos trabajos y han aparecido otros. El riesgo está en la velocidad a la que esto ocurre y debemos ser capaces de anticiparnos. Los robots son muy eficaces en trabajos repetitivos, incluso más que los seres humanos que pueden fallas por falta de concentración o cansancio. También son idóneos para tareas que los seres humanos no queremos realizar. Debemos tener en cuenta que, aunque una inteligencia artificial sea más rápida y mejor que nosotros procesando grandes cantidades de datos, de momento no es capaz de darles un significado. Somos las personas las que decidimos qué datos son relevantes en cada situación.
Es necesario que seamos capaces de anticiparnos y prever todos estos riesgos para hacerles frente de la mejor manera posible, pero esto no siempre es posible anticiparse a problemas que hoy en día ni nos imaginamos. Muchas veces los avances tecnológicos van más rápido que la legislación, debemos tener esto en cuenta para desarrollar protocolos y nombrar responsables éticos en empresas y administraciones que hagan frente a los dilemas éticos que puedan surgir. Por ejemplo, ya existen prototipos de coches autónomos y no hay una legislación al respecto. Ante un accidente inevitable el coche debe decidir entre priorizar la vida de los pasajeros o la humana en general. Estos dilemas éticos deben tratarse de manera consensuada y universal y debe quedar claro de quién es la responsabilidad de los daños que pueda ocasionar la decisión tomada por el coche.
La inteligencia artificial está instaurada en nuestra sociedad y cada vez lo estará en más ámbitos. Sus beneficios son muchos y nos pueden ayudar a resolver grandes problemas actuales, como el de la energía, pero debemos controlar los riesgos. Por eso es esencial que la tecnología se utilice para el bien común y no únicamente para obtener beneficios y crecimiento.
Referencias
Por qué los riesgos de la inteligencia artificial son acotados y cómo resolverlos - El confidencial
Los peligros de la inteligencia artificial y el uso del rostro humano en internet - The conversation